"Pero los pájaros no pueden ser enjaulados,
porque ellos son del cielo, ellos son del aire"
-Bebe-
...Y cuenta la vida por aquí, que mientras cruzaba un hombre el desierto le cayó en sus manos una ave calva y con las alas cortadas. El hombre le dió gracias al cielo porque no estaría solo en su camino y se dedicó a alimentarla, a sanarla y a protegerla. Mientras el hombre avanzaba en el desierto, ella con sus alas extendidas torpemente daba pequeños saltos junto a él, El hombre reía, y veía tal espectáculo como una gracia del ave, ¡pero el ave era calva, y en lugar de cantar hacia ruiditos extraños, se arrancaba las plumas y tenía las alas cortadas!. ¡¿Cómo puede alguien encariñarse con un ser así?!
Llegó el momento en que el hombre dejó de sentirse solo porque tenía a su ave, ¡era suya!... Era suya, porque cayó en sus manos, y él la curó, la alimento y la protegió, si no hubiese sido por él, el ave habria muerto en el desierto y a estas horas estubiese cubierta de arena o en el estómago de algún animal carroñero. -¡Es mia!- se repetía el hombre., y en su dependencia hacia ella la nombró "Juguito de uva".
Pasaban los días soleados y poco a poco a Juguito de uva le empezaron a crecer las alas, sin embargo, extrañamente el ave seguía dando pequeños saltos para avanzar junto al hombre. El hombre temeroso de que Juguito de uva lo abandonara la tomaba entre sus manos, caminaba, comia, y dormia con el ave en sus manos...
Una noche venció al hombre con los párpados pesados en un profundo sueño, olvidándose de que tenía al ave entre sus manos, cayó en la arena y por varias horas con los puños apretados, el hombre duró cubierto de gruesas sábanas de arena.
Hasta entonces... el hombre no sabe si juguito de uva está entre la arena del desierto, o es aquella ave que cuando él camina triste, desde lo alto le canta con ruiditos extraños.