El dolor, es un monstruo gigante de muchos rostros, entra por cualquier ventana y en un descuido, por la puerta. La gente le teme tanto porque nunca se sabe el tiempo de su llegada, ni cuando se va, ni donde te va a joder. Las personas cerramos ventanas, puertas y rezamos para que no nos alcance. Pero amigo, una vez presente, pateamos recio y gritamos. Se instala el muy carajo en tu casa, sube sus pies sucios en tu sofá y mastica con la boca abierta durante el desayuno, entonces, lo conoces, no puedes cerrar los ojos, ya es tuyo como una pierna o un brazo... Ya no es tan grande, en realidad tal vez la convivencia lo hizo pequeñito, pero nunca lo debes humillar, lo debes ver con respeto, de frente, y ahí, levantarle el rostro con un dedo y decirle: gracias, maestro, pero no olvide llevarse sus zapatos.
2 comentarios:
Agridulces palabras llenas de razón; el dolor forma parte de nuestro peaje , tiene llave de nuestro mundo y sabe disfrazarse de infinidad de caras, pero cuando encontramos sus huellas en nuestra piel , no estar solos , hace más sencillo enseñarle el pasillo hasta la salida y que se marche descalzo o no.
Un saludo.
Los maestros acostumbran andar descalzos
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